Robert F. Kennedy Jr. Vuelve al Gobierno y Promete Encontrar en Septiembre la “Toxina” Detrás del Autismo

Washington, abril de 2025. En una reunión de gabinete junto al presidente Donald Trump, el nuevo Secretario de Salud de Estados Unidos, Robert F. Kennedy Jr., pronunció una frase que encendió tanto la esperanza como la polémica:

Hemos lanzado un esfuerzo masivo de investigación con cientos de científicos en todo el mundo. Para septiembre, sabremos qué ha causado esta epidemia de autismo y podremos eliminar esas exposiciones.

Trump no dudó en respaldarlo públicamente:

Antes solo 1 de cada 10.000 niños tenía autismo. Ahora las cifras dicen que es 1 de cada 31. Es algo horrible. Tiene que haber algo artificial que lo esté provocando.

Con estas declaraciones, Kennedy ha dado luz verde a una nueva cruzada institucional para buscar una supuesta toxina ambiental como causa del autismo. Y ha puesto un plazo: septiembre.

¿Qué dicen los datos oficiales?

Los informes más recientes del Centro para el Control y Prevención de Enfermedades (CDC), publicados en 2022, revelan cifras alarmantes:

  • En media, 1 de cada 31 niños fue diagnosticado con autismo.
  • El 25% de esos casos son considerados severos.
  • En California, uno de los extremos, la prevalencia fue de 1 en 12,5.

El CDC atribuye este aumento a una mayor conciencia social, mejoras diagnósticas y mejor acceso a los servicios de salud mental. Pero Kennedy no lo ve así:

Sabemos cuáles eran las cifras históricas. Y sabemos cuáles son hoy. Es hora de dejar de atribuir esto al negacionismo epidémico.

¿Una causa ambiental? ¿Otra vez?

Esta no es la primera vez que Robert Kennedy Jr. intenta vincular causas ambientales con el autismo. En 2017, durante el primer mandato de Trump, lideró una comisión para investigar un posible vínculo entre vacunas y TEA. Aquella iniciativa se disolvió sin resultados. Desde entonces, Kennedy ha sido uno de los críticos más visibles del calendario oficial de vacunación.

Hoy, con mayor poder, propone una nueva teoría: el autismo no sería solo una condición genética o neurológica, sino una “enfermedad prevenible” provocada por una toxina del entorno.

Vamos a anunciar una serie de estudios para identificar esa toxina en las próximas semanas. Concluyo RFKJ.

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Todos aquellos que convivimos con el TEA sabemos que no hay respuestas simples. Queremos entender, investigar, mejorar la calidad de vida de nuestros hijos… pero también sabemos que el camino hacia la verdad no se construye con promesas vacías ni teorías sin pruebas claras.

Kennedy genera esperanza, sí, pero también controversia.

¿Será diferente esta vez?

¿Se usará el poder del Estado para impulsar estudios independientes y con bases científicas reales?

¿O volveremos al mismo debate estancado de siempre?

Porque cuando escuchamos palabras como “investigación”, “causa”, “nuevo enfoque”… no pensamos en política. Pensamos en nuestros hijos. En los ojitos que evitan la mirada. En las palabras que nunca llegaron. En las crisis que aún nos sacuden.

Entonces, ¿le creemos?

No lo sé. Pero sí sé que todos nosotros merecemos saber más.
Y que ningún padre o madre debería criar a su hijo en la oscuridad de la incertidumbre.

Mientras tanto, el autismo vuelve a estar en el centro de la conversación pública.

Y eso, para bien o para mal, puede abrir una nueva puerta para las investigaciones, los recursos y la visibilidad que tanto necesitamos.

Esta no es una historia cerrada. Es apenas el comienzo.
Y aunque ya conozcamos el guion de antes, hoy… volvemos a escuchar.
Pero esta vez, exigiremos respuestas. En septiembre.

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